viernes, 30 de diciembre de 2011

¿Estamos al final de un ciclo?


Necesitamos
un remezón
Todos los años es muy parecido: reconciliaciones, promesas, recuento de actuaciones pasadas, descripción de propósitos, relato de sueños; hay un poco de todo entre las actividades que nos ubican en otro fin de año.
Y eso no tiene nada de malo, pues el cierre de un periodo más de 12 meses también nos enfrenta muchas veces a la conclusión de uno de los tantos ciclos que iniciamos y finalizamos durante la vida.
Mas el hecho de llegar al término de 2011 puede situarnos ante un estado sui generis si se considera que en el momento histórico actual circula mucha especulación sobre el supuesto fin de una era (o en el peor de los casos, del fin del mundo), aunque todo provenga en realidad de asuntos meramente míticos, religiosos, comerciales o de interpretaciones antojadizas de hechos históricos que son asociados a vaticinios fatídicos.
Los mismos presuntos expertos en temas aborígenes ancestrales han desmentido extremos fatalistas, aunque sí dan crédito a ciertos planteamientos que formulan hipótesis y hasta construyen teorías acerca de pronósticos que se relacionan con situaciones especiales que ocurrirían en el futuro próximo.
Pero, en general, podría decirse que la mayoría de comentarios que pululan en el ambiente no es más que charlatanería, peor que la usada por los merolicos en las plazas públicas.
No obstante, en medio de todo ese confuso e inconsistente panorama que nos presentan, pienso que tal vez muy pronto algo trascendental podría estar a punto de ocurrir, dado que la sucesión de hechos en el mundo nos hace ver que muchas cosas ya parece que tocaron fondo, tal como se experimenta al cierre de cualquier ciclo de la vida de los individuos o de las civilizaciones.
En lo personal, creo que lo más conveniente para el planeta es que pase algo singular que remueva sus cimientos, de modo que nos percatemos de la necesidad de cambiar el status quo, ya que por momentos da la sensación de que la humanidad camina a la deriva. Y si eso sucede, ¡ojalá estemos preparados para enfrentar las consecuencias que tendría un remezón inesperado…!

jueves, 22 de diciembre de 2011

¿Tendrá Colom la conciencia tranquila?


¿Conciencia tranquila?

De verdad, no puedo entender cómo es que el presidente Álvaro Colom dice que dejará el cargo con la “conciencia tranquila”. No es prejuicio ni mala fe. Para nada.
Lo que pasa es que no logro comprender hasta dónde llega su pobre visión respecto de lo que un gran número de guatemaltecos puede ver. Para ser justos, señor gobernante, usted planchó en seguridad. Y no lo digo yo, pues quienes opinan en tal sentido son los expertos.
En el reportaje que este diario publicó el miércoles relacionado con seguridad ciudadana, analistas exponen, sin vacilaciones, que los asesinatos, extorsiones, robo de autos, secuestros, asaltos a buses y robo de celulares, entre otros, son crímenes que nos siguen afligiendo.
Pero esa preocupación no es resultado de simples percepciones, sino de resultados que muestran las estadísticas. Carmen Aída Ibarra, del Movimiento Pro Justicia, en el trabajo referido lo resume así: “El actual gobierno no logró encontrar el rumbo para afrontar el problema de manera eficiente...”.
Y el fracaso es extensivo a áreas como Salud, Educación e infraestructura, y en temas como transparencia y manejo de las finanzas, entre otros, aunque Colom presuma de éxitos, tanto aquí como en el exterior.
Porque si bien más pacientes podrían estar acudiendo a los centros asistenciales públicos, es un hecho que no reciben la atención ni las medicinas que necesitan. Lo mismo ocurre con un supuesto incremento en la matrícula escolar, pues si ese dato es mayor en realidad, la respuesta en número de escuelas y maestros no es equivalente.
El estado de las carreteras sigue siendo crítico, con el agregado de que no hay claridad ni siquiera en la deuda flotante que dejan las dudosas contrataciones millonarias orientadas presuntamente a mejorar esa infraestructura.
Y la transición entre funcionarios salientes y entrantes ha resultado ser el mejor parámetro para medir el statu quo en las instituciones del Ejecutivo. El resultado, a decir de los futuros burócratas, es preocupante puesto que en la mayoría de los casos las cuentas no salen cabales.
Ante semejante descripción de resultados, insisto, no logro asimilar ese estado agravado de distensión que muestra el Presidente. Por cierto, muy parecido al ritmo pasivo que caracterizó al mandatario durante toda su gestión.